Cada mes, Tévez envía a su familia biológica entre 3.000 y 5.000 pesos (unos 1.259 dólares) para los alimentos. Pero los que se benefician de su condición de futbolista estrella –de los 50 mejor pagados en el mundo- son Adriana y Segundo Tévez, los tíos que lo adoptaron y de quienes tomó el apellido.
Al esforzado albañil y a la ama de casa les compró un apartamento en Villa Devoto, para que pudieran dejar el descascarado edificio que ocupaban en Fuerte Apache, uno de los barrios con mayor índice de criminalidad en el Gran Buenos Aires.
A sus hermanos adoptivos les pagó el viaje a Sudáfrica y las entradas para presenciar el Mundial. Cierta vez, Claudio, uno de sus hermanos biológicos, le recriminó que a la familia adoptiva la colmara de regalos mientras que la otra tenía que conformarse "con diez paquetes de arroz y de fideos".
Según la revista Fútbol Finance, el salario anual de Carlos en el Manchester es de 8 millones de dólares. Pero gracias a los contratos publicitarios –por ejemplo con Nike- sus ingresos superan los 12 millones de dólares al año. El chico que creció en un piso minúsculo, ahora es el propietario de una mansión valorada en 5.900.000 dólares. Su auto favorito, un Bentley GT Speed, cuesta 235.000 dólares.
Rodeado de todos esos lujos a los que ahora se le suma una cierta fama de Don Juan –se divorció de su esposa Vanessa Mansilla y está de novio con la joven de tan solo 18 años la actriz Brenda Aniscar-
no es raro que el astro genere en la familia y en el barrio, una mezcla de admiración y de resentimiento.
Juicioso con sus gastos –el dinero se lo administra un asesor financiero- lo que más anhela Carlos Tévez es que los suyos lo vean como a una persona y no como al premio mayor de la lotería. "Si soy millonario es porque me rompo el culo trabajando todos los días y no le jodo la vida a nadie", sentencia el futbolista.
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