La batalla entre los Sánchez Vicario no ha hecho más que comenzar. Y, como en las pistas, Arantxa no piensa dar ninguna bola por perdida. «Antes era con la ilusión de ganar un partido o torneo; ahora es por defender lo que me pertenece».
Los Sánchez Vicario parecían la familia perfecta de deportistas triunfadores. Una piña fuera y dentro de las pistas de tenis en la que todos ponían su granito de arena en pos de la victoria de cualquiera de sus integrantes. Pero sobre todo de la pequeña del clan, de Arantxa.
Pero ahora la que quizás sea la mejor deportista española de todos los tiempos ha abierto la caja de los truenos. No se habla con sus padres desde hace tiempo, ya que los acusa de dejarla en la ruina. Y esa relación familiar, lejos de idílica, era de lo más controladora y dañina para ella, según revelan ahora sus memorias, 'Arantxa ¡Vamos!', que salen mañana a la venta.
«Me han dejado sin nada, estoy endeudada con Hacienda y mis propiedades son muy inferiores a las que tiene por ejemplo mi hermano Javier, que a lo largo de su carrera ha ganado mucho menos que yo. ¿Puedo aceptar este abuso y quedarme callada? No voy a hacerlo», enfatiza la ahora capitana española en la Copa Federación. Y es que tras 17 años en la élite, asegura que no hay apenas rastro de los 45 millones de euros que estima que se embolsó entre torneos y patrocinios de todo tipo.
Las culpas las dirige directamente a su padre, Emilio Sánchez, quien se ocupó de administrar y gestionar sus intereses. «Mensualmente me otorgaba una cantidad de la que yo le daba cuenta puntual. Nunca dudé de que mi padre gestionara mi patrimonio de la forma más eficaz y provechosa. Hoy me encuentro sin recursos». Y endeudada. Los problemas con Hacienda aún están en manos de sus abogados, ya que sus liquidaciones tributarias de cinco años no fueron pagadas por constar su residencia fiscal en Andorra, «una decisión derivada de mi entorno».
También se despacha a gusto con su madre, Marisa Vicario, esa sombra que no se separaba de ella en los torneos. «Mi madre decidía sobre mi pelo, mi ropa... Cuando me compraba algo por mi cuenta, rara vez le gustaba», revela la extenista.
Así, para ella fue toda una liberación retirarse del ámbito profesional. Supuso conquistar su «libertad» y que sus padres ya no le controlaran hasta el más mínimo detalle de su vida dentro y fuera de las pistas.
Uno de los últimos rifirrafes familiares llegó cuando Arantxa decidió casarse con su actual marido, Pep Santacana, en 2008. Todos se opusieron rotundamente al enlace... hasta el punto de que «consideraban que yo no era digna de enamorar a nadie», relata dolida cuatro años después en sus memorias.
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